miércoles, 28 de octubre de 2015

El gato pardo.

Que mis palabras podrán estar ardientes de aquel dolor que pusiste en mi pecho, que aún así sigo sin saber como llegar a derretir tu gélido corazón de aguacero. Ya no es menta... ahora es hielo lo que veo en tu iris de tormentas. Lo incomprensible de que anochezca y yo siga buscando el gato pardo que por dentro me revienta, ¿lo entiendes tú? Porque yo en cambio sigo sin respuestas. He perdido el tiempo, las ganas y las fuerzas en personas que sin yo querer darme cuenta a puñaladas me han dejado las costillas descubiertas...

¿La última llave?

Tengo ganas de escribirte lo innombrable. Que entiendas de alguna forma que me aferré a ti como si fueras la última llave. Ha pasado el tiempo... más bien los años, y cuando parecía que se disipaban los colores de mi iris de niebla, ha irrumpido en mí las cataratas de tu inexorable indiferencia. Sigo a ciegas, y aún así sé que este camino tan solo me lleva a partir mi vida de la manera más fácil y rastrera, sin pero y sin más espera.

No hay tiempo ni cordura para alguien con tanta desmesura.

Actualidad.

¿Ojos tizón o transparentes?

Tú decides si verme o mirarme. Pero imbéciles hay de sobra en todas partes y la risa ya no se oye en ningún rincón de mi calle. Quizás somos ya quienes temíamos ser, simples huesos anclados a una tibia piel. Ha salido el sol pero si te fijas bien puedes ver llover, y como no vuelven a florecer más oportunidades en el amanecer.

Los días son copias unos de otros, pero no te has dado cuenta porque te pasas el día arrastrando el dedo para ver unas mierdas de fotos.