martes, 29 de abril de 2014

Voy a suceder.

Llevo tres días intentando colocarle las palabras adecuadas a esto lo que quiera que tengamos. Intentando descubrir las palabras exactas para despedirnos a falta de ese frío abrazo, o como podría reconquistar los recuerdos que un día formamos. No tengo en estos instantes ni pies ni cabeza, a lo cual entra el alocado corazón, que me dice que me meta en tu cama, pero apunto de retirar las sábanas entro en razón o será culpable este pulso traicionero que causa tu presencia. A fin de cuentas quiero decir que yo ya no me entiendo con otra piel que no sea tu superficie blanca. Que cuando menos lo esperes voy a suceder, y seremos lo que quiera que tengamos que ser.

martes, 22 de abril de 2014

Desaparece.

Te fuiste tan rápida que ni te vi llegar, que ni supe disfrutar del segundo de adrenalina que ofrecía tu amistad. Fumé de tu comprensión en recuerdos que más que aliviar mataban. Intenté agachar tu puesto en los dedos de mi mano, inútilmente, lo quise amputar; con alcohol. Te lloré como llora la viuda, como aquel que echa de menos correr por ir en silla de ruedas. Pero así funciona la vida y sus trueques, cuando creas que has encontrado tu lugar con la gente apropiada escóndete que viene el lobo. Mira que soy de chistes, pero del humor negro que venía teñido su tiempo ni puta gracia. Si te vas, vete. Pero no vuelvas para llenarme una y cien veces más de pena, solo me das agua y me muero de hambre.

viernes, 18 de abril de 2014

Buitres y putas.

Me cansé de estar esperando sin saber que esperar, me levanté entre la polvareda de mis ruinas, ahora sin temblar. Oí como ladraban, pero callé, porque ahora muerdo más que los carroñeros de ayer. Dispuesta a disputar cualquier disputa con la que me venga cualquier puta, ya cerré más de una boca y sin usar ninguna forma abrupta.

Cainofobia para comer y cenar.

Odio que esperen grandes cosas de mí cuando tan solo soy una carta más en medio de la baraja, otro peón en el tablero que sacrificar. Prefiero quedarme debajo de las sábanas donde nadie me pueda ver, dormir en la tranquilidad del silencio que me entiende sin hablar.  Romperme, y llorar la tinta que me empapa. Mutilar el corazón en párrafos dolidos. Acallar el murmullo del escándalo desencadenado, resurgiendo del gorgorito en el chirrido de mi piel al entrar en contacto con el vacío fondo de mi garganta. Porque no vivo si no escribo, y si escribo es por morirme entre las estrecheces de mi prosa. Porque no sirvo para adular los halagos de la muchedumbre que me acosa.

lunes, 14 de abril de 2014

Hoy te quiero, mañana te odio.

No fui más que una negligencia de tu rutina agotadora, que poco a poco se convirtió en una desdicha que no encajaba en tu programa de Lunes a Viernes, que hacia de armazón cada Sábado, y estaba de sobra los Domingos, como si te perturbara el sabor del café recién hecho. Y yo en congoja los siete días, esperando que pasen seis.